domingo, 25 de abril de 2021

Reflejo


 

Había adquirido cierta soltura aparcando. Dos años después, me bastaban 2 minutos, y dentro. Aunque fuera de madrugada.


El ascensor estaba pasando la puerta y no me molestaba en dar la luz.


Metía la llave y lo llamaba, esperando únicamente con la luz de mi teléfono, mientras revisaba los mensajes.


Esa noche el ascensor, aunque estaba bajando, no llegaba. Era raro, porque eran las 3 de la madrugada y a esa hora no suele haber muchos vecinos usándolo, a parte de mí mismo.


De repente afiné un poco la vista para darme cuenta que había una extraña marca.


La marca era oscura. Una mano. Una mano solitaria en mitad de la pared. Aún no me había embargado el temor para dar la luz, cosa que intenté al comprobar que no era oscura.


La sangre, en la oscuridad, parece oscura pero cuando la iluminas, es tan roja como el infierno.


Al instante vi que la huella no estaba sola. En el suelo, unas siluetas la acompañaban en dirección a la puerta del sótano.


Por curiosidad, y alarmado por la idea que alguien estuviera herido al volver de la calle, traspasé la puerta para ver que las huellas se perdían en dirección a un pequeño cuarto de baño cerrado del sótano.


Me debatía entre la responsabilidad y la prudencia, pero mi ángel caído interior ya estaba llamando a la puerta antes que pudiera reaccionar.


Abrí lentamente, y para mi tranquilidad no había nadie. Solo la huella. La mano roja que se escurría y manchaba todo el espejo que tenía frente a mí. Y junto a la mano, unas extrañas e indescifrables letras. Como un mensaje.


Me acerqué a iluminar bien aquello y, de golpe, saltaron del cristal dos manos en carne viva que me asfixiaban el cuello.


Traté rápida y angustiosamente de zafarme de ellas, pero éstas eran más fuertes. Me empujaban, me arrastraban a la superficie del cristal.


Podía olerlo, y mi aliento golpeaba ya sobre su superficie. La cabeza se apretaba cada vez más fuerte al espejo, ahogándome.


Y de pronto, me soltó. Solo para darme cuenta que lo que ahora reflejaba, a mis espaldas, era una figura ensombrecida.


Me miraba, sonriendo, con los brazos extendidos y se acercaba.


Era ÉL.



Fotografía de; @jrp_fotos

No hay comentarios:

Publicar un comentario