miércoles, 28 de abril de 2021

Forrester


 

Mi profesor de escritura no era Tom Waits. Ni Forrester, aunque de él aprendí que el primer borrador se escribe con el corazón y se reescribe con la cabeza.


Mi profesor de escritura en realidad no era una persona. Al menos, no como lo entendemos comúnmente en este mundo.


Mi inspiración para escribir era un ser difuso entre la niebla y el viento. Un sueño. Fumaba sangre seca con tomillo.


Se sentaba en el parque y observaba. Veía la insensata actitud del género humano mientras especulaba acerca de la piel de los peces.  Pero, especialmente, me abrió la mente. A martillazos de palabras y verdades.


Me demostró que para escribir hay que escuchar. Y leer. Leer mucho. Sin parar. Leer y escuchar a los mejores.


A los genios ocultos de este extraño mundo. Gracias Lulú.


Fotografía de; @lord.cah

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