sábado, 10 de abril de 2021

Frontera


 

La pobreza no distinguía de barrios. Las calles transmitían ese aire de miseria y desarraigo.


En todas podías encontrar las mismas caras. Sin embargo, una enorme barrera, una torre elevada al cielo, les separaba para que no se mataran.


El odio era más fuerte. Las piedras dolían lo mismo en una calle que en otra.


En todas, edificios derruidos, basura quemada en la calle y niños encapuchados buscando algo que hacer ante un futuro tan gris como el cielo que amenazaba lluvia.


Allí, sin embargo, el agua no barría la suciedad; la acumulaba. Rejas en colegios, cementerios convertidos en tribunas y vallas espinadas.


Memorias y recuerdos desde el otro lado de la alambrada.

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