lunes, 5 de abril de 2021

Verde


 

Era un café tan oscuro que apenas podía ver con claridad ni sus propios pensamientos.


Estaba completamente solo. Ni su propia sombra le hacía compañía. Nadie podía soportar sus pensamientos pesimistas.


Era un ser grotesco y odioso. Hasta los parroquianos del lugar se estremecían cuando veían arrastrar cada noche sus penas en la misma mesa. Al fondo, en el rincón más profundo.


Ya solo encontraba consuelo en ella. Era la única que le entendía, que le aceptaba tal y como era. Con sus demonios y fantasmas.


Esos que le atormentaban de día y desaparecían de noche cuando el hada desplegaba sus brazos y tendía un halo a su alrededor.


Con ella a su lado, nada podía dañarlo. Era su escudo. Su consuelo.


Cada noche, el mismo ritual.


Cada noche, se reencontraba con ella. Su amante.


El hada verde. La madre de todas las yerbas. El tesoro de los pobres.


Ojos verdes, manos verdes. Guardiana de Etzerha.



Imagen; Viktor Oliva. “El bebedor de absenta”.

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