miércoles, 28 de abril de 2021

Búnker


 

Las gotas de la lluvia que caía en el exterior se colaban por los agujeros del cemento y hormigón herrumbroso.


Una vez más, siete escalones separaban la luz de la penumbra, a la que recibía una inmensa puerta de hierro oxidado. Abierta. Esperando mi llegada.


Las gotas mojaban mi pelo a medida que bajaba cada peldaño de piedra derruida por el maltrato.


La oscuridad cubría la mitad del portón, y ya no era posible dar un paso más sin caer en el abismo.


La linterna iba desvelando los secretos del lugar, como un hipogeo faraónico. Dentro del búnker solo reinaba el silencio.


Las ramas penetraban por las paredes. El agua goteando.


Y una enorme y desvencijada silla de madera. Sola, en mitad del centro de la sala, con un foco de luz que se abría de la bóveda del techo y la iluminaba. Solo a ella.


En sus márgenes moría la vida y reinaban las sombras mojadas del cielo.


Fotografía de; Peter H.

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