miércoles, 21 de abril de 2021

Calibán


 

Calibán no era ella. Enferma y contagiada de fantasmas que no existían, hubiera visto al mismo Dios si se lo hubieran pedido.


Pero ella aseguraba que la vio. Su enfermedad la postraba aquellos días en una cama que hacía las veces de prisión, y juró que aquella tarde, vio entrar una sombra amarilla por la ventana, que se transfiguró en Casilda.


No le sorprendió aquella hechicería, pues todos en el pueblo la tenían por bruja.


Tampoco le engañaban sus ojos cuando Casilda se abalanzó, como poseída por una fuerza sobrehumana, sobre la santa reliquia que colgaba de su cuello, con ánimo de arrancarlo, para desaparecer como un espectro en cuestión de segundos.


Pero no. Calibán no era ella. Ella era, simplemente, un verdugo a la fuerza. Jugaba el papel que le tocaba en la historia, y no era más que otro peón.


Calibán era Casilda.


Calibán eran aquellas mujeres que conocían más de la cuenta.


Calibán era saber lo que no debía saberse.


Calibán era desobedecer en un mundo de órdenes y castas.



Obra realizada por; @_ruthgomez 

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