martes, 20 de abril de 2021

Reflejo


 

Era un alma atormentada por la guerra. Lo que tuvo que ver llenó de pena un cuerpo demasiado joven para tanto dolor.


Tres años bastaron para pasar de pastor a sombra. Pálido reflejo de lo que era.


Aquella noche, en aquella trinchera, fue suficiente para matar su conciencia.


Eran tan jóvenes que no hacían ni media vida entre ambos. Pero era su vida o la otra.


Ni si quiera le dio tiempo a ver su cara. No sabía su historia. No podía poner rostro al drama de una familia.


Solo sabía que corrió huyendo para no volver jamás, al menos no por su propia voluntad.


La guerra se acabó y las majadas volvieron a ser refugio del ganado, pero algo se había roto para siempre dentro de él.


Por las noches, miraba el cielo estrellado y las sombras de los riscos donde quedó su adversario se hacían inmensas.


Eran una tumba descomunal, demasiado pesada para soportarla sobre sus hombros.


Él también se había convertido en un muerto. Enloqueció. Se obsesionó con aquel cuerpo que nunca fue encontrado. Ni enterrado.


Hasta una noche. El aniversario de su encuentro. Primero, se presentó como un pálido reflejo en la piedra.


Luego, un susurro del viento que acariciaba su nombre y tomaba forma de mano.


Le invitó a seguirle hasta lo más profundo del bosque, y se detuvo en aquel lugar iluminado por las antorchas del cielo.


Un alcornoque centenario hacía de techo y dos gruesas rocas de granito escondían un pasillo de hojas que apenas podía palpar.


A tientas, pudo tocar las paredes y orientarse hacia el suelo, donde al final lo encontró.


Años después, sus huesos yacían en la misma posición donde lo dejó. El reflejo que estaba frente a él no dijo nada.


Solo le miró, y él entendió.


Bastaron un agujero en el suelo y una simple cruz de madera.


Y así ambos pudieron descansar. Para toda la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario