Recuerdo tu reflejo bañando un mar de plata, adornado de grúas decimonónicas que se alzaban como gigantes fosilizados, de un tiempo de sangre y acero.
Ese sol tan tímido que se hacía esperar y que, por ello, calentaba con más fuerza que el polvo árido del desierto.
Recuerdo tus noches de vela y niebla, el humo que respiraban tus chimeneas de ladrillo viejo, y esas calles empedradas con olor a especias y mil idiomas.
Recuerdo buscar reflejada mi alma en cada golpe de luna, en cada noche apagada.
A veces, el recuerdo y el sabor de los barrios no son algo estéticamente bonito. Siempre he creído, a diferencia de lo que pensaba Yukio Mishima, que la belleza corporal-terrenal no suele ir unida a la que se evoca y resuena en nuestro interior.
Que belleza emocional y física no suelen ir, necesariamente, unidas de la mano.
Para mí, los recuerdos y la esencia de barrio son callejones, luces tenues, cajas, escaleras, pasillos.
Son persianas de tiendas de barrio a medio abrir, y cuerpos oscuros desdibujados entre las sombras. Eso es barrio.
Gracias a @mariacastrejon por fomentar esta preciosa iniciativa. Éste es mi barrio
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Cristales rotos en el suelo,
de la última vez que nos vimos.
Sueños congelados,
en mitad del destino.
De un pasado que vuelve,
y de un futuro no escrito.
https://mariacastrejon.blogspot.com/2021/01/poemas-barrio.html
El sol ya no brilla sobre la ardiente tierra de plata, y la arena llora silencios por no tener tu mirada.
Las estrellas tiemblan de frío al sentirse huérfanas de tus manos, que eran yugo, martillo, puño y cuerda a la vez.
Y el mundo, está un poco más vacío de esperanza de vivir. En ti.
El mundo gira. Da vueltas y vuela, pero no para mí.
Los días quedan estancados en estaciones verdes y grises, desconchadas y oxidadas por el imperceptible paso del tiempo.
Los carteles se congelan en la pared, y me atrapan con ellos en una dimensión intermedia entre los sueños y la realidad.
Y gira. Y vuela. Pero no para mí.
A veces, somos confesores de nuestros propios pensamientos.
Oteamos a través de la celosía de nuestros ojos,
y nos hundimos en el dulce sueño de nuestros pecados más oscuros e innombrables.
Y, anestesiados de morfina y culpa,
solo queda desnudarse y diseccionar los versos más ocultos de nuestras palabras.
Castillo encalado.
Un sueño de luna,
y besarte sin labios.
Exhalo a tu lado,
el perfume del tiempo,
forjado en tus manos.
Imagen; Julia, de Jaume Plensa
Eran don espectros, de carne y hueso, que se miraban a los ojos.
Hacía 13 años que no se veían, pero ambos sentían aún el sabor del otro en sus labios y en sus manos, acariciándose, como si los dedos no fueran suficiente para palpar la realidad de un sueño que empezó tiempo atrás.
Y cuando se vieron allí, en mitad del desértico pasillo, en silencio y con la única compañía del viento de enero golpeando los cristales del edificio envejecido, no supieron qué decirse.
Solo se miraron. Y, sin decirse nada, se unieron.
Dejaron de ser dos cuerpos y se fundieron en una masa uniforme de células, carne y nervios.
Sus labios, fundiéndose una vez más, eran lo único que se distinguía.
Y es que, los fantasmas también se enamoran.
Imagen; Emanuele Patti
Una ola gigante,
que se cuela por la ventana.
Supremacía de lo vacío,
en un sueño colmado de almas.
Verde en rama,
cielo en guerra.
Otra noche que se acaba,
agitada en mil macetas.
Cielo en llamas,
verde asceta.
De tus manos en mi espalda,
silenciando mi tormenta.
Manos de hielo,
cráneos vacíos,
y cuerpos etéreos.
Locos que escapan,
derriban estrellas...
y queman sus huesos.
Imagen; @moorattack y @tezytattoo
