martes, 30 de marzo de 2021

Cueva



La vida valía muy poco fuera de aquel agujero. Bajó hasta la cueva. Un lugar oscuro, húmedo, estrecho, cerrado.


Un eremita de otro tiempo que encontraba en el silencio un refugio. Una fuente de inspiración.


Y allí, con el único sonido de sus pensamientos, le encontró. Estaba muy escondido. Se accedía con dificultad, penetrando en lo más profundo de su alma torturada.


Su pierna destrozada le condujo con dificultad, después de enfrentarse a sus propios fantasmas. A sus miedos más inconfesables. Pero llegó.


Entró y nunca más salió de aquel lugar. Al menos no en forma corpórea. Su cuerpo quedó enterrado para siempre entre las rocas, y salió transfigurado en otra cosa.


En una sombra.


El pecado era más fuerte que él. La tentación. Cuerpo. Alma. Cáliz de fuego. Hielo. Hielo. Veneno.


Y, finalmente, la paz eterna. El silencio.



Fotografía de; Xavi Calzada

lunes, 29 de marzo de 2021

Kipá


 

De un solo golpe de cuchillo decapitó a aquel pobre e indefenso pescado.


-¿De dónde eres? me preguntaba, inquiriendo con su mirada cada músculo de mi cuerpo. De arriba a abajo, y vuelta a empezar.


-De España.


Él volvía a ejecutar a otra de sus víctimas con silenciosa parsimonia, pero su habilidad en el manejo del cuchillo me hacía entender su dilata experiencia.


Me volvió a recorrer con los ojos y, negando con la cabeza, bajó la mirada para limpiar la tabla y prepararla para un tercer golpe de mano.


Su kipá perfectamente desplegada sobre sus cabellos largos y trenzados evidenciaba que no era el lugar más apropiado para mí.


A su lado, una joven hindú con su tercer ojo perfectamente perfilado sobre la frente, me miraba con igual desdén.


-Recítame el nombre y la marca de todos los productos químicos de limpieza que conozcas.


Mientras intentaba torpemente recordar alguno de los botes que había visto anteriormente, me empezaba a sentir cada vez más ridículo. La situación era tan absurda que me dieron ganas de salir corriendo de la tienda.


Pero decidí conservar algo de la poca dignidad que me estaba quedando después de semejante interrogatorio y casi ya por curiosidad, ver su reacción.


Siempre me han dado morbo las situaciones escabrosas y humillantes.


-Este sitio no es para ti. Gracias.


Así despachó ese embarazoso encuentro que estaba condenado a tal fin desde el principio.


Al salir, el contenedor ubicado en la calle, junto a la iglesia, para depositar armas blancas y cambiar el destino de tu vida, me ratificó en mis sospechas; allí sabían manejar bien el cuchillo. Una pena.


Fotografía de; Neil Martinson 

domingo, 28 de marzo de 2021

Tablero


 

En mitad de aquel campo lleno de madrigueras lo vi tan claro como confuso; era un cementerio de animales.


Un pequeño huesecito blanco me dio la pista. Dos pasos más allá, estaban los restos de otro, aún con su traje de piel a medio hacer.


Me sorprendía que en el bloque de viviendas cercano nadie se hubiera dado cuenta. El olor pútrido que salía del conducto de agua no dejaba lugar a dudas. Y para más señas, una patrulla de la policía pasaba a toda velocidad por el lugar del crimen.


Sin embargo, entendí rápidamente por qué nadie hacía nada. Era un solar. Un bello, inmenso y precioso solar.


Y eso, en un barrio a medio gentrificar, solo podía tener un significado; silencio. Invisibilidad. Ni la propia palabra sale en el diccionario.


Así somos, al fin y al cabo; dibujamos realidades a medida sobre el tablero de un mundo que nunca ha sido nuestro.


Obra realizada por; @gerbosart

Ajenjo


 

El desierto es eterno cuando despiertas de un sueño.

Las nubes no existen, y el cielo es, apenas, un trozo de hielo.

Mi piel es Ajenjo. Mis manos, mi boca....todo mi cuerpo es Ajenjo.

No tengo alma, y si la tengo, es veneno. Amarga de muerte, vacía de cuerpo.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Sueños


 

Unos alacranes gigantes se comieron al perro. Me lo dijo el gato, mientras se posaba ronroneando sobre mi regazo.


Por eso todos desaparecieron a la vez.


Ahora ese gato negro de ojos brillantes comía alacranes, no ratones. Ya no caza, devora.


Al mismo tiempo, mi madre deposita cartas sin sentido por los buzones y timbra a todos lados.


Los ascensores suben y bajan y en el subsuelo del colegio, unas calderas instaladas en la última guerra calientan todo el edificio. Se va a deshacer a este paso, porque es muy viejo.


Mi amiga desespera por las calles de Londres y Madrid buscando el mejor camino. Aparece y reaparece. Y desaparece.


La busco en una calle sin mascarillas.


Sueños. Freud se empolvaría a gusto la nariz con mis regresiones.



Imagen; Francis Bacon

domingo, 21 de marzo de 2021

El camino


 

Justo donde el camino se perdía en el campo. Allí me pidió que le diera la mano por última vez.


Quizá le dieran miedo las zarzas que no cubrían el camino, pero cuyo recuerdo aún estaba fresco en las heridas de sus piernas.


Posiblemente, porque necesitara tanto como yo el tacto cálido de unas manos que no sabían estar solas. Como Harry Haller y Armanda. Como Alvy Singer y Annie Hall.


Pero ella no era ninguna de las dos. Era la "mujer de un campo yerto" de Dámaso Alonso. Con paso firme. Seguro. Sin miedo.


Sus botas rompían el silencio rígido de la muerte, y sus ojos eran grandes, perfilados y esbeltos.


La luz se llenaba de amor en sus manos, y el campo lloraba de miedo.


Besa por última vez mis temores, y aleja de mí este cáliz de hielo.

sábado, 20 de marzo de 2021

Desactivar


 

Resulta interesante experimentar el efecto que determinados fármacos ejercen sobre la mente.


Cómo una persona joven puede quedar desactivada a media tarde, como si fuera víctima de una trepanación demasiado profunda que hubiera alcanzado, tocado, y hundido las partes esenciales de su cerebro.


Siempre ha existido la teoría que, ante casos neuróticos o depresivos, lo mejor es encerrar, sobre-medicar y desactivar a la persona.


Alejarla del mundo como un peligro social y ver cómo babea lamentablemente en la esquina de una habitación.


Desactivar a una persona es fácil. Siempre ha sido fácil. Apagar el interruptor que tiene sobre los hombros y se acabó. Un problema menos. Un objeto inanimado e inservible que puedes mover y colocar, como se adorna con un mueble de salón. Estilo imperio o victoriano, según el gusto.


Lo único que importa es que no manche demasiado y, de vez en cuando, le quitas el polvo, para que esté presentable.


Yo, sin embargo, prefiero ser un mueble estilo rústico castellano. Al menos así, todo queda en casa.



Imagen; José María Sánchez Casas

jueves, 18 de marzo de 2021

Realismo sucio


 

La primera vez que leí el término realismo sucio me pareció redundante.


¿Hay una realidad que no sea sucia? ¿Que no manche?


Todo amor acaba en muerte, bien de la pasión, bien de los amantes. Un bello paisaje está inexorablemente destinado a su alteración por ese neologismo que llaman antropoceno. A todo verano le llega su invierno. Al día, la noche.


La realidad mancha, como la mano que arrastra la tinta sobre el papel. Una realidad sucia en un mundo sucio.


Los malabarismos económicos que se hacen para llegar a fin de mes, los suicidios, las drogas, la muerte....ejemplos de una realidad tal y como es.


Sucia


.......

"Nada tras de mí, todo muerto a mi paso, incendio, puro incendio, los escaparates, las tiendas, los automóviles, las casas, sus habitantes...chatarra, huesos, ruina, cementerio, solo tierra quemada!".

Juan Goytisolo

miércoles, 17 de marzo de 2021

Esfera


 

La esfera volaba como si no tuviera alas, y las tenía. De hierro. Azules y grises con ese toque esnob que las hacía diferentes.


Se deslizaba indiferente por el aire, y no le importaba el peligro de los rascacielos, las aeronaves e incluso las aves de presa sin remordimientos.


De esas que se meten entre las hélices del motor y en un segundo, estallas.


La esfera no tenía ojos, pero sí tenía cara. Y lo que es más extraño, tenía hasta alma.


Te miraba de reojo, y veías su mirada. De ojos sin manos, y cuerpos sin alas.



Imagen; @julianmajin 

lunes, 15 de marzo de 2021

Refugio


 

Sucede que, cuando ni tú mismo te entiendes, se abren dos caminos; volverse loco o seguir la corriente.


Resulta, como dice John Doe, demasiado fácil colgar la etiqueta de loco. Qué fácil resulta, y qué difícil vernos en ella.


Qué difícil vernos en esa casa que te recibe con las hojas de otoño derribadas en el suelo, con su puerta desvencijada y desconchada, de un verde pálido que recuerda a otro tiempo.


En esa habitación con la cabeza decapitada de una muñeca enterrada en el polvo gris, caído de un techo semi hundido, del que cuelgan unas cuerdas en las que no se ahorcó nadie.


Y esa escalera a medio hacer, que sube hasta un ático que es de cielo, donde me escondo cuando hace frío y tengo miedo a la tormenta.


Esa es mi casa. El refugio de mi locura. Mi castigo sin recompensa.

miércoles, 10 de marzo de 2021

El triunfo de Baco


 

El nivel de alcohol en sangre era tan alto que sus palabras, más que balbucear, nadaban torpemente entre sus labios, ahogándose antes de poder ser pronunciadas.


Apenas podían sostenerse en pie, pero su conversación se ponía cada vez más interesante.


Desde la otra esquina de un bar tan estrecho que mi mesa quedaba empotrada entre un arcón y la pared, les escuchaba nítidamente.


Hablaban sin pudor de sus amantes, y uno le reprochaba al otro su desvergüenza, mientras otro le hacía notar a uno su hipocresía por recriminarle algo que él mismo había hecho no hacía tanto tiempo.


Yo, mientras tanto, trataba de concentrarme en describir un yermo y desolado paisaje en la lejanía, pero lo bucólico de aquel cuadro se veía constantemente interrumpido por los gritos del triunfo de Baco.


En un segundo, pasaba de Turner a Velázquez, y la miserable realidad cotidiana me golpeaba en la cara para sacarme de mi ensoñación.


Una exquisita lección para recordarme que la verdad y la cotidianeidad están en la esquina sucia y pegajosa del suelo de cualquier bar.


Imagen; Velázquez