En mitad de aquel campo lleno de madrigueras lo vi tan claro como confuso; era un cementerio de animales.
Un pequeño huesecito blanco me dio la pista. Dos pasos más allá, estaban los restos de otro, aún con su traje de piel a medio hacer.
Me sorprendía que en el bloque de viviendas cercano nadie se hubiera dado cuenta. El olor pútrido que salía del conducto de agua no dejaba lugar a dudas. Y para más señas, una patrulla de la policía pasaba a toda velocidad por el lugar del crimen.
Sin embargo, entendí rápidamente por qué nadie hacía nada. Era un solar. Un bello, inmenso y precioso solar.
Y eso, en un barrio a medio gentrificar, solo podía tener un significado; silencio. Invisibilidad. Ni la propia palabra sale en el diccionario.
Así somos, al fin y al cabo; dibujamos realidades a medida sobre el tablero de un mundo que nunca ha sido nuestro.
Obra realizada por; @gerbosart
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