lunes, 8 de marzo de 2021

Ella(s)


 

La naftalina cubría como un denso campo de nieve los documentos viejos, casi ilegibles por el efecto del paso del tiempo y del óxido ferroso del metal viejo y la desmemoria.


Ochenta años guardada en un cajón daban, desde luego, para que olvidara hasta su nombre. Pero allí, entre docenas de expedientes, estaba el suyo.


No tenía nombre, pero sí una historia detrás. Con 13 años, los cuervos negros de la guerra asolaron su pueblo, como tantos otros y ella, que era aún inocente de la vida pero docta en la miseria y la pobreza, se sumó al entusiasmo por ese mundo nuevo que, desde la plaza pública de un pueblo al que cambiaron su nombre, anunciaban como profetas los veteranos del lugar.


Qué iba a saber ella con sus 13 años, cuando sus ojos brillaban como los luceros del alba, cogida de la mano de su hermana.


Qué iba a saber ella que aquellas inocentes canciones, esos puños alzados y esa sonrisa bastarían para condenarla con 16 años, cuando aún no había probado la miel de la vida, a sufrir las penurias de las frías paredes de una cárcel hacinada en la que tantas mujeres como ella se dejaron la vida.


Qué iba a saber ella con sus 13 años que una canción y cuatro gritos bastarían para ser acusada de provocar tumultos y excitar los ánimos de hombres bregados en la dureza del campo.


Qué iba a saber ella y tantas como ella. Tantas mujeres sin nombre, tantas rosas anónimas que dejaron su vida y su juventud regadas por las cárceles y las cunetas de su país.


Qué iban a saber ellas cuánta profética razón escondían las enigmáticas palabras de Don Antonio Machado cuando decía que...."una de las dos Españas ha de helarte el corazón".


Qué iban a saber.


Para ella. Para ellas. Para todas y cada una de ellas.



Imagen; Archivo de la Asociación Comisión de la Verdad San Sebastián de los Reyes.

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