miércoles, 10 de marzo de 2021

El triunfo de Baco


 

El nivel de alcohol en sangre era tan alto que sus palabras, más que balbucear, nadaban torpemente entre sus labios, ahogándose antes de poder ser pronunciadas.


Apenas podían sostenerse en pie, pero su conversación se ponía cada vez más interesante.


Desde la otra esquina de un bar tan estrecho que mi mesa quedaba empotrada entre un arcón y la pared, les escuchaba nítidamente.


Hablaban sin pudor de sus amantes, y uno le reprochaba al otro su desvergüenza, mientras otro le hacía notar a uno su hipocresía por recriminarle algo que él mismo había hecho no hacía tanto tiempo.


Yo, mientras tanto, trataba de concentrarme en describir un yermo y desolado paisaje en la lejanía, pero lo bucólico de aquel cuadro se veía constantemente interrumpido por los gritos del triunfo de Baco.


En un segundo, pasaba de Turner a Velázquez, y la miserable realidad cotidiana me golpeaba en la cara para sacarme de mi ensoñación.


Una exquisita lección para recordarme que la verdad y la cotidianeidad están en la esquina sucia y pegajosa del suelo de cualquier bar.


Imagen; Velázquez

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