lunes, 29 de marzo de 2021

Kipá


 

De un solo golpe de cuchillo decapitó a aquel pobre e indefenso pescado.


-¿De dónde eres? me preguntaba, inquiriendo con su mirada cada músculo de mi cuerpo. De arriba a abajo, y vuelta a empezar.


-De España.


Él volvía a ejecutar a otra de sus víctimas con silenciosa parsimonia, pero su habilidad en el manejo del cuchillo me hacía entender su dilata experiencia.


Me volvió a recorrer con los ojos y, negando con la cabeza, bajó la mirada para limpiar la tabla y prepararla para un tercer golpe de mano.


Su kipá perfectamente desplegada sobre sus cabellos largos y trenzados evidenciaba que no era el lugar más apropiado para mí.


A su lado, una joven hindú con su tercer ojo perfectamente perfilado sobre la frente, me miraba con igual desdén.


-Recítame el nombre y la marca de todos los productos químicos de limpieza que conozcas.


Mientras intentaba torpemente recordar alguno de los botes que había visto anteriormente, me empezaba a sentir cada vez más ridículo. La situación era tan absurda que me dieron ganas de salir corriendo de la tienda.


Pero decidí conservar algo de la poca dignidad que me estaba quedando después de semejante interrogatorio y casi ya por curiosidad, ver su reacción.


Siempre me han dado morbo las situaciones escabrosas y humillantes.


-Este sitio no es para ti. Gracias.


Así despachó ese embarazoso encuentro que estaba condenado a tal fin desde el principio.


Al salir, el contenedor ubicado en la calle, junto a la iglesia, para depositar armas blancas y cambiar el destino de tu vida, me ratificó en mis sospechas; allí sabían manejar bien el cuchillo. Una pena.


Fotografía de; Neil Martinson 

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