La esfera volaba como si no tuviera alas, y las tenía. De hierro. Azules y grises con ese toque esnob que las hacía diferentes.
Se deslizaba indiferente por el aire, y no le importaba el peligro de los rascacielos, las aeronaves e incluso las aves de presa sin remordimientos.
De esas que se meten entre las hélices del motor y en un segundo, estallas.
La esfera no tenía ojos, pero sí tenía cara. Y lo que es más extraño, tenía hasta alma.
Te miraba de reojo, y veías su mirada. De ojos sin manos, y cuerpos sin alas.
Imagen; @julianmajin
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