domingo, 28 de marzo de 2021

Tablero


 

En mitad de aquel campo lleno de madrigueras lo vi tan claro como confuso; era un cementerio de animales.


Un pequeño huesecito blanco me dio la pista. Dos pasos más allá, estaban los restos de otro, aún con su traje de piel a medio hacer.


Me sorprendía que en el bloque de viviendas cercano nadie se hubiera dado cuenta. El olor pútrido que salía del conducto de agua no dejaba lugar a dudas. Y para más señas, una patrulla de la policía pasaba a toda velocidad por el lugar del crimen.


Sin embargo, entendí rápidamente por qué nadie hacía nada. Era un solar. Un bello, inmenso y precioso solar.


Y eso, en un barrio a medio gentrificar, solo podía tener un significado; silencio. Invisibilidad. Ni la propia palabra sale en el diccionario.


Así somos, al fin y al cabo; dibujamos realidades a medida sobre el tablero de un mundo que nunca ha sido nuestro.


Obra realizada por; @gerbosart

Ajenjo


 

El desierto es eterno cuando despiertas de un sueño.

Las nubes no existen, y el cielo es, apenas, un trozo de hielo.

Mi piel es Ajenjo. Mis manos, mi boca....todo mi cuerpo es Ajenjo.

No tengo alma, y si la tengo, es veneno. Amarga de muerte, vacía de cuerpo.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Sueños


 

Unos alacranes gigantes se comieron al perro. Me lo dijo el gato, mientras se posaba ronroneando sobre mi regazo.


Por eso todos desaparecieron a la vez.


Ahora ese gato negro de ojos brillantes comía alacranes, no ratones. Ya no caza, devora.


Al mismo tiempo, mi madre deposita cartas sin sentido por los buzones y timbra a todos lados.


Los ascensores suben y bajan y en el subsuelo del colegio, unas calderas instaladas en la última guerra calientan todo el edificio. Se va a deshacer a este paso, porque es muy viejo.


Mi amiga desespera por las calles de Londres y Madrid buscando el mejor camino. Aparece y reaparece. Y desaparece.


La busco en una calle sin mascarillas.


Sueños. Freud se empolvaría a gusto la nariz con mis regresiones.



Imagen; Francis Bacon

domingo, 21 de marzo de 2021

El camino


 

Justo donde el camino se perdía en el campo. Allí me pidió que le diera la mano por última vez.


Quizá le dieran miedo las zarzas que no cubrían el camino, pero cuyo recuerdo aún estaba fresco en las heridas de sus piernas.


Posiblemente, porque necesitara tanto como yo el tacto cálido de unas manos que no sabían estar solas. Como Harry Haller y Armanda. Como Alvy Singer y Annie Hall.


Pero ella no era ninguna de las dos. Era la "mujer de un campo yerto" de Dámaso Alonso. Con paso firme. Seguro. Sin miedo.


Sus botas rompían el silencio rígido de la muerte, y sus ojos eran grandes, perfilados y esbeltos.


La luz se llenaba de amor en sus manos, y el campo lloraba de miedo.


Besa por última vez mis temores, y aleja de mí este cáliz de hielo.

sábado, 20 de marzo de 2021

Desactivar


 

Resulta interesante experimentar el efecto que determinados fármacos ejercen sobre la mente.


Cómo una persona joven puede quedar desactivada a media tarde, como si fuera víctima de una trepanación demasiado profunda que hubiera alcanzado, tocado, y hundido las partes esenciales de su cerebro.


Siempre ha existido la teoría que, ante casos neuróticos o depresivos, lo mejor es encerrar, sobre-medicar y desactivar a la persona.


Alejarla del mundo como un peligro social y ver cómo babea lamentablemente en la esquina de una habitación.


Desactivar a una persona es fácil. Siempre ha sido fácil. Apagar el interruptor que tiene sobre los hombros y se acabó. Un problema menos. Un objeto inanimado e inservible que puedes mover y colocar, como se adorna con un mueble de salón. Estilo imperio o victoriano, según el gusto.


Lo único que importa es que no manche demasiado y, de vez en cuando, le quitas el polvo, para que esté presentable.


Yo, sin embargo, prefiero ser un mueble estilo rústico castellano. Al menos así, todo queda en casa.



Imagen; José María Sánchez Casas

jueves, 18 de marzo de 2021

Realismo sucio


 

La primera vez que leí el término realismo sucio me pareció redundante.


¿Hay una realidad que no sea sucia? ¿Que no manche?


Todo amor acaba en muerte, bien de la pasión, bien de los amantes. Un bello paisaje está inexorablemente destinado a su alteración por ese neologismo que llaman antropoceno. A todo verano le llega su invierno. Al día, la noche.


La realidad mancha, como la mano que arrastra la tinta sobre el papel. Una realidad sucia en un mundo sucio.


Los malabarismos económicos que se hacen para llegar a fin de mes, los suicidios, las drogas, la muerte....ejemplos de una realidad tal y como es.


Sucia


.......

"Nada tras de mí, todo muerto a mi paso, incendio, puro incendio, los escaparates, las tiendas, los automóviles, las casas, sus habitantes...chatarra, huesos, ruina, cementerio, solo tierra quemada!".

Juan Goytisolo

miércoles, 17 de marzo de 2021

Esfera


 

La esfera volaba como si no tuviera alas, y las tenía. De hierro. Azules y grises con ese toque esnob que las hacía diferentes.


Se deslizaba indiferente por el aire, y no le importaba el peligro de los rascacielos, las aeronaves e incluso las aves de presa sin remordimientos.


De esas que se meten entre las hélices del motor y en un segundo, estallas.


La esfera no tenía ojos, pero sí tenía cara. Y lo que es más extraño, tenía hasta alma.


Te miraba de reojo, y veías su mirada. De ojos sin manos, y cuerpos sin alas.



Imagen; @julianmajin 

lunes, 15 de marzo de 2021

Refugio


 

Sucede que, cuando ni tú mismo te entiendes, se abren dos caminos; volverse loco o seguir la corriente.


Resulta, como dice John Doe, demasiado fácil colgar la etiqueta de loco. Qué fácil resulta, y qué difícil vernos en ella.


Qué difícil vernos en esa casa que te recibe con las hojas de otoño derribadas en el suelo, con su puerta desvencijada y desconchada, de un verde pálido que recuerda a otro tiempo.


En esa habitación con la cabeza decapitada de una muñeca enterrada en el polvo gris, caído de un techo semi hundido, del que cuelgan unas cuerdas en las que no se ahorcó nadie.


Y esa escalera a medio hacer, que sube hasta un ático que es de cielo, donde me escondo cuando hace frío y tengo miedo a la tormenta.


Esa es mi casa. El refugio de mi locura. Mi castigo sin recompensa.

miércoles, 10 de marzo de 2021

El triunfo de Baco


 

El nivel de alcohol en sangre era tan alto que sus palabras, más que balbucear, nadaban torpemente entre sus labios, ahogándose antes de poder ser pronunciadas.


Apenas podían sostenerse en pie, pero su conversación se ponía cada vez más interesante.


Desde la otra esquina de un bar tan estrecho que mi mesa quedaba empotrada entre un arcón y la pared, les escuchaba nítidamente.


Hablaban sin pudor de sus amantes, y uno le reprochaba al otro su desvergüenza, mientras otro le hacía notar a uno su hipocresía por recriminarle algo que él mismo había hecho no hacía tanto tiempo.


Yo, mientras tanto, trataba de concentrarme en describir un yermo y desolado paisaje en la lejanía, pero lo bucólico de aquel cuadro se veía constantemente interrumpido por los gritos del triunfo de Baco.


En un segundo, pasaba de Turner a Velázquez, y la miserable realidad cotidiana me golpeaba en la cara para sacarme de mi ensoñación.


Una exquisita lección para recordarme que la verdad y la cotidianeidad están en la esquina sucia y pegajosa del suelo de cualquier bar.


Imagen; Velázquez

martes, 9 de marzo de 2021

Doppelgänger


 

La sombra corría más rápido que yo. Era una madrugada cerrada, de esas en la que cuesta ver tus propias manos buscando el candil de la luna.


Aún así, el gesto de locura en su rostro, y su corazón bombeando fuego se mostraban tan nítidos como mi imagen reflejada en la superficie de un lago de aguas cristalinas.


Trataba de alcanzarla, para evitar que su obsesión enfermiza hiciera aún más daño. En el fondo del callejón, pude ver unos aterrorizados ojos, espantados por la sombra que casi rozaba con su aliento su bello erizado por el miedo.


Ya casi le tenía, pero le faltó el segundo que yo le gané para agarrarla por la espalda.


Para sorpresa de ambos, él aprovechó nuestro forcejeo para coger un trozo de cristal del asfalto y, con un certero golpe de mano, seccionó el cuello del espectro demente que se interponía entre ambos.


Ahora, la sombra permanecía arrodillada frente a un charco de sangre que se derramaba fuerte, como el agua recién liberada de una presa, desde el centro de la garganta.


Me acerqué a mi presa, ahora mortalmente herida, para ver que no tenía rostro, tan solo un borroso gesto sanguinolento.


En el suelo, el arma homicida revelaba su último secreto, al devolverme mi propio rostro ensangrentado, agonizante, tumbado en el suelo, donde ahora me veía a mí mismo.


Ésta vez, mi doppelgänger me había costado demasiado caro.



Imagen; Dante Gabriel Rossetti

lunes, 8 de marzo de 2021

Ella(s)


 

La naftalina cubría como un denso campo de nieve los documentos viejos, casi ilegibles por el efecto del paso del tiempo y del óxido ferroso del metal viejo y la desmemoria.


Ochenta años guardada en un cajón daban, desde luego, para que olvidara hasta su nombre. Pero allí, entre docenas de expedientes, estaba el suyo.


No tenía nombre, pero sí una historia detrás. Con 13 años, los cuervos negros de la guerra asolaron su pueblo, como tantos otros y ella, que era aún inocente de la vida pero docta en la miseria y la pobreza, se sumó al entusiasmo por ese mundo nuevo que, desde la plaza pública de un pueblo al que cambiaron su nombre, anunciaban como profetas los veteranos del lugar.


Qué iba a saber ella con sus 13 años, cuando sus ojos brillaban como los luceros del alba, cogida de la mano de su hermana.


Qué iba a saber ella que aquellas inocentes canciones, esos puños alzados y esa sonrisa bastarían para condenarla con 16 años, cuando aún no había probado la miel de la vida, a sufrir las penurias de las frías paredes de una cárcel hacinada en la que tantas mujeres como ella se dejaron la vida.


Qué iba a saber ella con sus 13 años que una canción y cuatro gritos bastarían para ser acusada de provocar tumultos y excitar los ánimos de hombres bregados en la dureza del campo.


Qué iba a saber ella y tantas como ella. Tantas mujeres sin nombre, tantas rosas anónimas que dejaron su vida y su juventud regadas por las cárceles y las cunetas de su país.


Qué iban a saber ellas cuánta profética razón escondían las enigmáticas palabras de Don Antonio Machado cuando decía que...."una de las dos Españas ha de helarte el corazón".


Qué iban a saber.


Para ella. Para ellas. Para todas y cada una de ellas.



Imagen; Archivo de la Asociación Comisión de la Verdad San Sebastián de los Reyes.