domingo, 16 de mayo de 2021

Zombies


 

Era el refugio de los zombies. Por fuera no lo parecía, pero el hecho de que todo el mundo quisiera desesperadamente entrar indicaba que algo extraño pasaba allí.


No era una rave, eso seguro, aunque lo parecía. Una nave industrial en medio de un polígono ubicado en las afueras de la gran ciudad.


Las luces de la ciudad que dormía se veían a los lejos, desde los andenes del metro, pero ante las puertas atestadas de gente, todo parecía diferente.


Una escalera de metal que apenas se sostenía en una estructura desnuda de hormigón, conducía a una inmensa sala.


Me recordaba a la película de Blade. El espectáculo era curioso. Un experimento sociológico-antropológico.


Una densa marea de gente bailaba enloquecida alrededor de los altavoces gigantes de música electrónica.


Todos poseídos por las sustancias tóxicas. Realmente delicioso. Perturbador.


En una esquina, un grupo de gente, literalmente, movía la cabeza arriba y abajo pegados contra la pared desnuda y fría.


A su lado, otros repetían la misma acción pero en esta ocasión, se inclinaban ante inmensos altavoces que ejercían la función de dioses paganos del siglo XXI.


En los pasillos exteriores, un grupo de conocidos de mi trabajo ingerían pastillas sin parar, tumbados en el suelo, viendo escenas que no existían más que en su alterada mente.


La gente compraba como loca globos cuyo aire, mezclado con alguna droga, ingerían con rapidez para experimentar al instante una sobredosis que no podía ni imaginar, y se lanzaban como animales salvajes a contorsionarse con violencia, golpeándose con otros zombies de aquella sala.


Yo, desde una esquina, solo contemplaba. No me movía, ni actuaba. Solo contemplaba aquella escena grotesca.


Supongo que una parte de mi mente se quedó aquella noche en aquel espectáculo.


El refugio de los zombies.



Fotografía de; Simon Wijers

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