viernes, 28 de mayo de 2021

Raíces


 

La sangre de Antonio Camborio y de diez mil gitanos cantando bajo la luna corría por sus venas.


Era el fuego fatuo, los patios de la Alhambra y un nazarí rindiendo Granada, todo a la vez.


Todo latente. Dormido, pero no muerto, bajo un manto de piel y tiempo.


Y cuando salía el folclore, desgarraba sus cuerdas vocales y partía sus manos.


Ella era la tierra helada de Sierra Nevada, quemada por el ladrillo enrojecido al sol del Sacromonte.


Un alminar de sangre que no se cansa de llamar a los dioses con su arte.



Obra de; @lord.cah 

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