domingo, 4 de julio de 2021

Ruinas


 

En medio de tanta ruina comprendí por qué me fascinaban. Podías encontrar la más absoluta soledad y tranquilidad aunque estuvieras en pleno centro de la ciudad.


Las ruinas tienen ese encanto; atraen la soledad como si fueran un imán que, a su vez, repele las miradas discretas.


Solo se rodea de lo indiscreto, bizarro y solitario.


Son como un agujero negro en mitad de una nube de anti-materia; absorben la materia y la descomponen a la vez. El tiempo que pasas dentro de ellas es como si cada átomo de tu cuerpo estallara en mil pedazos y dejaras de ser tú, para fundirte en cada piedra y en cada hierba del lugar.


Tú mismo pasas a ser una ruina. Una sombra de ti mismo.


Éstas, además, tenían un atractivo especial. Eran un cementerio temático según donde mirases.


En cada esquina, había un nicho diferente; viejos aparatos telefónicos, retretes, botes usados de pintura, ladrillos y pequeños eremitas solitarios únicos en su especie que completaban la desolación del lugar, como un enorme hueso que, quería pensar, pertenecía a algún animal descarriado.


Si lo pensaba bien, esa era la palabra perfecta; descarriado. Apartado. Separado. 

No había mejor definición para un sitio así.


Obra de; @la_riostia 

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