domingo, 28 de febrero de 2021

Rata


 

Siempre quise ser un niño-rata. Pero no así.


La cinta helicoidal se deshacía entre mis manos cuando cubría los cables con ella, besando el suelo de una mesa de oficinas.


Me gustaba hacerlo tranquilo, como si rumiara mi soledad en silencio y fuera un héroe del polietileno.


Lo peor era cuando algún oficinista yuppie, con más ego que cerebro, te hacía sentir en un escalafón más bajo que la rata.


Ellos, acostumbrados a jugar con títulos y acciones, te descendían rápidamente a la categoría de insecto. Un sucio coleóptero al que de vez en cuando hay que recordar sus límites y condición.


Pero a veces, los insectos se convierten en hormigas y se cuelan en tu cerebro para martillearte el córtex y recordarte que, al final, todos somos insípidos e insignificantes ratones de ciudad.



Imagen; Francesc Català-Roca

No hay comentarios:

Publicar un comentario