sábado, 20 de febrero de 2021

Redada


 

El pelo azabache que acariciaba tu cara me impedía ver tus ojos y ese lunar en la mejilla que te hacía diferente.


Tu piel aceituna apenas cabía en el manto que te defendía del frío, y un vestido rojo era la última frontera entre tus huesos y la luna eterna, que ahora era verde olivo en tu homenaje.


Mirabas al suelo por la vergüenza heredada, porque ahora te empujan, te separan.


Y ponen entre medias mil cielos con mar y montaña. Destierro de hielo que nunca se acaba



Imagen; Isidre Nonell.

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