Los cables golpean a la luna.
Duro, fuerte, sin piedad, tratando de resucitar, a través de su brillo, la electricidad de un esqueleto de piedra y cemento.
La línea, como decía Kandinsky, es un ente invisible. Y secuestra entre sus paralelas el origen de la vida.
El combate. La lucha eterna, entre lo humano y la muerte.
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