Era como un aguijón. Poco a poco, me inyectaba una dosis más de su veneno.
Yo no notaba el dulce néctar del sueño eterno, pero cada día me suministraba un poco más de él.
A medida que pasaba el tiempo, estaba un poco más muerto, y sin embargo yo me sentía cada vez más vivo a su lado, más a salvo.
Sus palabras cada noche susurrando obsesivas pasiones.
Veneno. Muerte. Dolor y amor eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario