Las luces del Yelmo proyectaban su imagen sobre los milenarios muros de Segura.
Sus piedras, que antes guardaron el lamento de poetas y guerreros, se veían ahora arropadas por la sombra que descansaba con las primeras luces del alba.
A sus pies, el valle del Segura desperezaba otro día con el intenso olor del aceite y el sabor de las tortas de azúcar.
Peñalta aguardaba los primeros cantos de las cigarras y el río refrescaba recuerdos del pasado.
De la vieja casa salía ella para saludar a las tímidas palomas que estrenaban un nuevo día.
Bajo los centenarios pinares de Orcera, que sentían nostalgia en sus ojos, brillando al calor de su tierra.
Obra de; @lord.cah
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