Los impedidos del Dios Grande de Alenza me recuerdan a los cables desnudos que malviven a la intemperie esperando ser devorados por alguna tormenta de invierno.
Sus miembros endiabladamente retorcidos sobrevuelan el silencio procesional.
Lanzo una moneda al aire que, antes de caer, implosiona y se convierte en metralla.
Metralla asesina, que descompone al mismo tiempo el oxígeno y la carne tarada.
Obra de; Leonardo Alenza
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